Todos los seres humanos estamos capacitados para entablar relaciones auténticas de amistad, pero es bien cierto también que la vivencia de este regalo de Dios adquiere, para los cristianos, una dimensión diferente, es la amistad con el tinte del Reino de Dios.
Desde el principio Dios, que es Amor, nos creó a su imagen y semejanza (Gn 1,26): con inteligencia, voluntad y capacidad de amar. Fuimos creados, pues, por amor y precisamente para amar, porque como dice el Papa Juan Pablo II “El amor es la vocación fundamental e innata de todo ser humano”. (FC 11)
Sin embargo, en el paso del tiempo se ha ido desvirtuando el sentido original del amar. Así, el amor de los padres a los hijos, el amor de los amigos, el amor cristiano y el amor de pareja se han visto confundidos y por muchos reducidos al amor meramente sensual.
Así mismo, la amistad queda a veces disminuida a la sola camaradería: “los cuates”, la pandilla, los compañeros de parrandas y otras aventuras; quien invita a comer o hace algún regalo quizá. Es interés, provecho personal, ventaja, protección y a veces hasta encubrimiento y complicidad.
Mas la verdad del amor la tiene quien es en sí mismo la Verdad y el Amor. El “Amaos los unos a los otros…” de Jesús, tiene sentido pleno y perfecto en “…como yo los he amado” (Jn 13,34), hasta la donación de la persona en su totalidad. Toda amistad es don (regalo de Dios) para donarse, para dar la vida hasta el sacrificio, de manera comprometida y con el cometido de lograr la felicidad y la salvación. Jesús es el fundamento del amor de los amigos y sentido de su existencia.
Una amistad vivida desde Cristo es siempre una amistad de crecimiento y es plena cuando acerca al cielo a las personas. Se dice madura cuando no busca las propias complacencias y la satisfacción personal sino el bien del amigo o amiga y la superación de las adversidades mediante el diálogo oportuno. Sus notas características son el respeto, la confianza, la transparencia y la pureza de intenciones, la corrección fraterna y el apoyo mutuo. Evidentemente la amistad no es completa desde el principio, se supone un proceso de conocimiento y paulatina maduración, es como una planta que sembrada y cuidada crece y da fruto a su tiempo.
Un amigo o amiga es: Puente hacia Dios, baluarte y fortaleza, gran tesoro, brazos abiertos, hombro que conforta, manos que se unen para orar por ti, sonrisa amable, mirada comprensiva, encuentro alegre, palabra de ánimo, libro abierto, utopía vencible, ruptura con el egoísmo, es hermano y alguien con quien podemos hablar como si habláramos con nosotros mismos; es, en fin, compañero de camino hacia la casa del Padre.
Lo importante no es buscar amigos (Dios los da cuando los necesitamos) sino ser amigo, y serlo a la manera del Maestro: Hasta dar la vida; compartir el tiempo, el espacio, las experiencias, atención, presencia y calidez humana.
Hoy es un buen día para ser amigo, para perdonar al amigo lejano y pedir perdón al amigo ofendido. Hoy es un buen día para orar por el amigo y para dar gracias al Señor por este magnífico regalo. Hoy es un buen día para compartir la vida, porque precisamente la Amistad es don para compartir¡¡¡