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domingo, 30 de mayo de 2010

Deisy maria jaramillo muñoz



Muchas personas afirman creer en Jesucristo, pero su creencia no concuerda con lo que enseña la Biblia. ¿Cómo puede usted saber si su fe en él es genuina?

Todo el Nuevo Testamento nos exhorta a creer en Jesucristo. El conocido versículo de Juan 3:16 explica que Dios amó al mundo y dio a su Hijo para que “todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Otros pasajes bíblicos prometen que aquellos que creen en Jesús recibirán el perdón de sus pecados (Hechos 10:43) y la salvación (Romanos 1:16). Sin lugar a dudas, creer en Jesús es muy importante.

En reconocimiento de estas instrucciones, a muchos se les ha dicho que lo único que necesitan hacer es creer en Jesús para recibir el beneficio de todas sus bendiciones prometidas. Pero lo que muchos no entienden es lo que en realidad Jesús y los escritores del Nuevo Testamento quisieron decir cuando se refirieron a “creer”. La gran mayoría de quienes hoy en día afirman ser cristianos suponen que esta palabra significa simplemente reconocer a Jesús como el Salvador.

Muchos maestros bien intencionados, pero equivocados, han dicho que la creencia en Jesús no exige nada más. Su razonamiento es que si esta fe va acompañada de obras, la persona está tratando de ganarse la salvación, algo que es imposible hacer (Gálatas 2:16). De hecho, es por gracia, es decir, por el favor de Dios para con nosotros, incluyendo su don del perdón inmerecido y gratuito, que somos salvos (2 Timoteo 1:9; Efesios 2:5, 8).

Pero si no se requieren obras, ¿significa esto que si alguien que cree que Dios existe y que Jesús es su Hijo y por lo tanto está dispuesto a recibir todas las promesas de Dios, no necesita hacer nada más? ¿Significa que tal persona puede vivir una vida de inmoralidad sexual, mentira, robo, asesinato y quebrantamiento de todos los mandamientos de Dios, y aun así recibir la vida eterna?

Los seres humanos han luchado por muchísimo tiempo para entender la relación entre la fe en Jesús y las buenas obras. Abundan las opiniones e interpretaciones humanas. Dejemos éstas a un lado y veamos cómo Jesús y los escritores del Nuevo Testamento explican lo que verdaderamente significa creer en Jesús.
Creer significa aceptar todas las enseñanzas de Jesús

Después de alimentar milagrosamente a 5000 hombres, además de muchas mujeres y niños, con cinco panes y dos pequeños peces, los discípulos recogieron 12 canastas llenas de la comida que sobró (Juan 6:5-13). “Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Éste verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo” (v. 14), una referencia al gran sucesor de Moisés profetizado en las Escrituras. Estos hombres creían que Jesús verdaderamente era de Dios.

Después que Jesús se alejó de allí, muchos de aquellos que habían disfrutado la milagrosa comida empezaron a buscarlo. Querían que Jesús hiciera otro milagro, diciendo que esto les ayudaría a creerle (v. 30).

Pero entonces, en lugar de efectuar otro milagro, Jesús instruyó a la gente. Explicó que, contrariamente al pan físico que la multitud había comido, él era el verdadero pan del cielo que daría vida al mundo entero (vv. 32-33).

Les dijo también: “Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (v. 53). Con esto se refería a los símbolos del pan y el vino en el servicio anual de la Pascua, interiorizando su significado y afirmando la relación de pacto que sus seguidores tienen con él. Esto culminaría finalmente con la vida eterna (v. 54).

Para muchos de los que escuchaban a Jesús, incluidos sus propios discípulos, les fue difícil entender esta enseñanza (v. 60). Dirigiéndose a esta gran multitud, Jesús procedió a decir: “Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién lo había de entregar”. Después de esto, “muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (vv. 64, 66).

Aunque muchas de esas mismas personas habían dicho que creían que Jesús era “el profeta” cuya venida había sido predicha en las Escrituras (v. 14), no creyeron lo que Jesús dijo. Cuando Jesús habló de tener fe en él, incluyó creer todo lo que él decía. Esto significaba muchísimo más que la simple aceptación de los dones gratuitos que él estaba ofreciendo.
Creer significa tener la convicción de obedecer

Una de las muchas tradiciones de los judíos durante el primer siglo consistía en lavarse las manos de manera muy cuidadosa y particular antes de consumir alimento. Al observar que algunos de los discípulos de Jesús habían empezado a comer sin seguir esta meticulosa ceremonia, algunos de los fariseos y escribas expresaron su descontento y le preguntaron a Jesús por qué sus discípulos no habían llevado a cabo ese rito (Marcos 7:1-5).

Jesús les dijo que eran hipócritas por hacer tal pregunta, y declaró que estas palabras del Antiguo Testamento se aplicaban a ellos: “Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres” (vv. 6-7).

Continuando, Jesús dijo: “Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: el lavamiento de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes . . . Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición” (vv. 8-9).

Hoy en día también hay muchos que afirman creer en Jesús pero que siguen los mandamientos de los hombres y no los de Dios. Por ejemplo, en lugar de congregarse para adorar a Dios en el verdadero día de reposo bíblico (desde la puesta del sol del viernes hasta la puesta del sol del sábado) y en las fiestas bíblicas anuales, como Dios lo ordena, adoran en domingo y en días festivos cuyo origen se remonta a cultos religiosos paganos, entre ellos la Navidad y la Pascua Florida.

En su famoso Sermón del Monte, Jesús dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:21-23).

Al acoger la enseñanza correcta de que es imposible ganar nuestra salvación mediante las obras, muchos han adoptado inocentemente la enseñanza errónea de que guardar los mandamientos de Dios no tiene importancia. Las propias palabras de Jesús muestran claramente que él espera que los creyentes rechacen los mandamientos de hombres y guarden los de Dios, aunque esta obediencia no los hace merecedores de la salvación.
Creer significa decidir bautizarse

Una de las ideas más populares entre algunos cristianos profesantes es que el bautismo no es necesario porque todo lo que uno tiene que hacer es aceptar a Jesucristo en su corazón. Al respecto, algunos citan Romanos 10:9, que dice: “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”.

Nuevamente surge el tema: ¿qué significa “creer en el corazón”? Y una vez más, en vez de dejar que otros definan lo que constituye “creer”, veamos lo que dijo Jesús.

Al darles instrucciones a sus discípulos acerca de la obra que llevarían a cabo después de su regreso al cielo, Jesús les dijo llanamente: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Marcos 16:15-16)

Jesús enseñó claramente que la fe genuina en él iría acompañada del bautismo. Otros versículos nos muestran que el bautismo incluye arrepentimiento, es decir, el cambio de un estilo de vida pecaminoso a uno de obediencia a las leyes de Dios (Mateo 4:17; Hechos 2:38).

Cuando estudiamos las enseñanzas de Cristo y de sus discípulos, es muy evidente que cuando ellos dijeron que debemos creer en Cristo, lo hicieron con la premisa de que la creencia en él comprendía el bautismo. El bautismo es un símbolo externo de la nueva vida de una persona, basada en el cambio de quebrantar las leyes de Dios a obedecer las leyes de Dios.

La idea de que uno puede creer en Jesús sin obedecer sus instrucciones, sin guardar los mandamientos y sin ser bautizado, es una perspectiva común pero incorrecta desde el punto de vista bíblico. Jesús se refirió a esta misma falacia a comienzos de su ministerio, preguntando: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46).

Por el contrario, él dijo: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Juan 15. La verdadera creencia en Cristo no es una experiencia pasiva. ¡Los discípulos de Jesús ponen en práctica las enseñanzas de su Maestro!

Cuando se trata de decidir lo que significa creer en Jesucristo, ¿por qué no creer y poner por obra lo que Jesús mismo dijo?

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